domingo, 20 de febrero de 2011

Del bosque a la estepa

Reconstrucción de los bosques primitivos
de los cerros de la vega.
La deforestación y desertización antropogénica se ha verificado, aparte las devastaciones de guerras y otras accidentales: 1) explotando, para el carboneo, yeserías y otros usos industriales y domésticos, la madera y la leña del monte en proporción mucho mayor que su producción natural, que es lenta; 2) roturando para el cultivo extensiones muchísimo mayores que las permanentemente cultivadas.
Esta desertización continúa ante nuestros ojos, exacerbada en el último decenio; y yo mismo la he presenciado y registrado fotográficamente. Primero se enajenan las maderas y leñas; después se contrata el descepe de las matas leñosas; luego se rotura para disfrutar las cosechas extraordinarias (para este clima) que proporcionan en los primeros años las reservas acumuladas en siglos por el monte; y, cuando éstas desaparecen, se abandona la tierra estéril, que las lluvias van descarnando para llevar la obra destructora a otro retazo.
Emilio Huguet del Villar (1925)

De esta forma empezaba el geobotánico Huguet del Villar uno de sus artículos sobre la vegetación del centro de España a comienzos del siglo XX. A diferencia de otros autores anteriores consideraba que la vegetación esteparia de esta zona era fruto de la destrucción del bosque por el hombre, algo que él mismo pudo observar en sus recorridos por el campo. Se trataba de una combinación de sobreexplotación de los recursos del bosque (maderas y leñas fundamentalmente), roturación excesiva y pastoreo abusivo. Esto fue precisamente lo que originó el paisaje estepario que predomina en Seseña y su entorno.

El paisaje actual proviene del que se formó una vez finalizada la última glaciación, hace unos 10.000 años. A partir de ese momento el clima se hace progresivamente parecido al actual y las tierras de la mayor parte de la Península Ibérica se ven cubiertas de bosques, incluidas las zonas más áridas del interior peninsular, del Sureste o del Valle del Ebro. Seseña también albergaría una gran variedad de arboledas (encinares, pinares, choperas, olmedas, etc.). Este es el punto de partida sobre el que el hombre ejerce su acción deforestadora, con intensidad y consecuencias progresivamente más devastadoras conforme aumenta la población y los medios técnicos para explotar la naturaleza. Tras varios milenios de actuación humana sobre los ecosistemas se pasa del bosque a la estepa, de ahí que Huguet del Villar hablara de la “pretendida estepa”, para negar su carácter climático, es decir su origen natural debido al árido clima.

Por tanto el paisaje que hoy vemos es muy diferente del primitivo, aunque la mayor parte de los factores que controlan las características del mismo (clima, litología, relieve, etc.) no han cambiado mucho en los últimos milenios (si exceptuamos la pérdida de suelo). El clima es bastante homogéneo a lo largo del territorio de Seseña y los municipios limítrofes, pero el relieve y la litología confieren una gran diversidad al paisaje. En muy poco espacio se pueden encontrar desde tierras de vega, hasta áridos cerros yesíferos, pasando por llanuras cerealistas arcillosas y cerros calcáreos ondulados. Donde el paisaje se muestra más árido es en los cerros de yeso, donde la vegetación actual se haya compuesta por pequeñas matas leñosas (tomillos, jaboneras, caramillos, etc.) y matas cespitosas (sobre todo esparto y albardín).
Evolución del paisaje desde el bosque de pinos y encinas (arriba a la izquierda), hasta la estepa de tomillos y esparto (abajo a la derecha)


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